ANTENAS
La idea suele aparecer aquí y allá, mirando la barra lateral de una página como Las afinidades electivas o leyendo revistas de poesía como la de la Universidad de Alicante, Ex Libris. Hay demasiados poetas. No hay quien se oriente entre los cientos de nombres de licenciados en Filología Hispánica con un par de premios y publicaciones. Para estar medianamente al día hay que tragar toneladas de gofio sin sal en forma de poemas sustituibles, de versos escritos como si cada uno fuera el último de la especie humana. Sin embargo, el sitio en el corazón para poemas atómicos, de ésos que nunca parecen agotar su sentido y su luz, es muy limitado. La respuesta es sencilla.
No hay demasiados poetas. Lo que hay a patadas es aprendices de poeta, como un servidor. No es nada seguro que lleguemos a graduarnos, pero aquí estamos, cada uno como puede, al servicio de nuestra vocación. Tal vez esa vocación sea innecesaria. Tal vez no obtengamos ni un solo poema digno de tal nombre en nuestra vida y todo esto no consista sino en una terrible pérdida de tiempo, pero serán otros quienes decidan. Perseveraremos, pero haremos bien en saber que no seremos poetas mientras no seamos capaces de algo como esto:
EN UN PISO PEQUEÑOLe pregunto a mi padre: ¿qué haces todo el día? Recordar.
Así pues, en este pequeño piso polvoriento en Gliwice,
en un bloque bajo, construido según el modelo soviético,
conforme a la norma de que la ciudad debe evocar un cuartel,
y las habitaciones, ser estrechas, para frustrar reuniones \clandestinas,
allí, donde marcha sin descanso un antiguo reloj de pared,
revive casi a diario el claro septiembre del 39, el silbido de las \bombas,
y también el Jardín de los Jesuitas en Lvov, brillando como \antes
con la luz verde de los arces, de los fresnos y los pajarillos,
las canoas en el Dniéster, el olor de la mimbrera y de la arena \húmeda,
un día caluroso, cuando encontraste a una joven, estudiante de \derecho,
y el viaje en un vagón de mercancías, al oeste, hasta la última \frontera,
y un ramo de doscientas rosas que los estudiantes te ofrecieron
en agradecimiento por haberlos defendido en la primavera del \68,
y acaso también episodios de los que nunca sabré nada,
el beso de una mujer que no llegó a ser mi madre,
el temor y la dulce grosella de tu infancia, imágenes sacadas
de este abismo acogedor, cuando yo aún no estaba.
Tu memoria trabaja en este piso callado: trabajas,
metódico, en silencio, para resucitar por un instante
el doloroso siglo veinte.
Me niego a rebajar la palabra poeta hasta un nivel que me contenga a mí, si con eso pierdo la categoría en que incluir con justicia a gente como Zagajewski. Es una etiqueta, ya digo, aplicable a un grupo muy reducido de creadores. Para los demás, el camino es largo. Pero tiene destino.
El poema está en Antenas, el último libro que ha salido suyo en El acantilado. No hará ni falta decir que lo recomiendo.
Poème précieux.
ResponderEliminarMerci pour Zagajewski. Nous essayerons de le localiser.