jueves, 16 de octubre de 2008

PAUL KRUGMAN Y VOS


Paul Krugman se ha llevado el Nobel de Economía. Los izquierdistas de salón se han puesto muy contentos, pues es sabido que este señor, articulista de The New York Times y profesor en Princeton, es la bestia negra del gabinete económico de George Bush junior. También es sabida su filiación neokeynesiana, cosa muy provechosa si eres economista con la crisis que está cayendo, pues a más de un neoliberal lo están corriendo a gorrazos últimamente por repetir sus mantras clásicos: "el mercado se autorregula" entre ellos. Busquen el nombre en el gúguel y lean las notas que han ido apareciendo en los diarios: no se enterarán por ellas de mucho más que esto.

En realidad, Paul Krugman, como recuerda en su nota el muy informado aprendiz de economista Félix Díez Romero, no se ha llevado el Nobel por todo eso, sino por ser uno de los principales promotores de una teoría económica llamada "Ciencia regional" o "Ciencia geográfica". Esta disciplina supera los viejos modelos micro y macroeconómicos, expandiéndose hacia terrenos de la sociología, el urbanismo, la arquitectura o la ecología, y tiene como objetivo la ordenación económica del territorio bajo criterios de sostenibilidad. Aunque el propio Krugman se ha manifestado a favor del libre mercado y repetidamente se ha desmarcado de líneas de pensamiento altermundista, es evidente que su modelo pone en cuestión una de las premisas de la globalización económica, en concreto el alargamiento impune de las cadenas de aprovisionamiento: la extracción de minerales en África para procesarlos en Bangladesh, ensamblarlos en Hong Kong o en Ciudad Juárez y vender el producto por todo Occidente, por poner un ejemplo. Ya en los años 70, Krugman demostró que este modelo era inoperante a la hora de crear riqueza y apostó por la relocalización. Treinta años después, y tras un aumento de precio del barril de petróleo cercano al 400%, es fácil darle la razón, pero en la época sus argumentos se las traían.

Este modelo es capaz de predecir fenómenos que de otra manera entrarían en el catálogo de lo "fortuito" o lo "imponderable", cajón que ya sabemos que los economistas tienen siempre lleno. Veamos un par de ejemplos. El primero lo conocemos a través de Las baladas del ajo, la novela de Mo Yan: el gobierno chino se ha propuesto reordenar la producción agraria para maximizar la rentabilidad, y "anima" a los campesinos a cambiar sus cultivos por el del ajo. Un par de cosechas después, los precios del ajo se hunden debido a la sobreproducción, arrastrando a la miseria (miseria sobre miseria) a millones de chinos. Al orientar la producción propia hacia una demanda externa sobre la que no se tiene un control efectivo, el riesgo se dispara y se vuelve inasumible. Es curioso que Krugman haya puesto en duda el crecimiento sostenible de China, precisamente. El fenómeno es similar al que protagonizó el FMI durante los años 90 en varios países africanos, "recomendándoles" sustituir sus cultivos tradicionales por el del cacahuete para exportación, producto que arruinó a millones de granjeros debido a sus continuas depreciaciones y a la imposibilidad de competir en igualdad de condiciones con la producción subvencionada de los estados sureños de E.E.U.U.

El otro ejemplo que les voy a poner es mucho más cercano. Bueno, más cercano si son ustedes murcianos como yo, porque en caso contrario les puede parecer economía marciana. A finales de los 90 y principios de esta década (por cierto, ¿cómo se llama esta década? ¿los cero cero?), la potencia de la libra esterlina provocó un aumento importante en la demanda de segundas residencias en la región por parte de compradores británicos. Este fenómeno monopolizó la política económica (y no solo la económica) regional y su capacidad financiera. Bajo la presión de los promotores, los ayuntamientos no solo costeros reordenaron sus territorios para abrirlos a la urbanización "californiana" o de baja densidad, la preferida por los británicos. Para eliminar barreras medioambientales, la asamblea regional aprobó una Ley del Suelo, la de 2001, que daba la puntilla a las últimas franjas costeras no invadidas (Cabo Cope, por ejemplo, será sustituido en breve por una nueva Marina D'Or), y proliferaron puertos deportivos y campos de golf. Al margen de los innumerables casos de corrupción sobrecogedora, la tendencia a bordear la ley a toda costa para facilitar las promociones se extendió, como la figura del convenio urbanístico, que pasó de medida excepcional a norma general, o la costumbre de aprobar éstos sin el informe favorable de la Confederación Hidrográfica asegurando el suministro de agua (ahora objeto de una investigación por parte de la Comisión Europea: de 250 casos en toda España, 121 se han producido en Murcia (pdf)). Además, la administración regional decidió apostar en infraestructuras al servicio de este negocio, como la infame autovía AP-7, entre Cartagena y Vera, que atraviesa la última franja costera virgen del Mediterráneo con salidas abiertas hacia los futuros desarrollos (el jefe del ejecutivo regional no se atrevió a aparecer en su inauguración), o el proyectado aeropuerto internacional de Corvera, que competirá con el de San Javier en tráfico de británicos, o el macropuerto deportivo de Puerto Mayor, en La Manga, abortado in extremis por el anterior Ministerio de Medio Ambiente.

Una vez reordenada la economía regional para aprovechar la demanda residencial británica, los riesgos incontrolables que comenté al hablar de Las baladas del ajo hacen su aparición, y una crisis financiera internacional destruye la potencia de la libra esterlina y mina la capacidad adquisitiva de los británicos, mientras el alza especulativa del precio del crudo hace temblar las aerolíneas de bajo coste, obligándolas a subir sus precios. La demanda desaparece. De repente, la supuesta rentabilidad infinita de nuestra producción entra en cuestión: primero lo de infinita, a continuación lo de rentabilidad y por último lo de producción, porque al fin y al cabo nuestro proyecto no estaba basado en la producción sino en la venta directa de unos recursos finitos por definición: nuestro territorio. Y en cuanto a sostenibilidad, bueno, ¿quién habló nunca de sostenibilidad? Eso eran cosas del loco de Krugman, que probablemente estaba drogado, como todos los hippies en los setenta. En fin. Ahora dice Antonio Cerdá (nuevo consejero de Medio Ambiente, Agua y Agricultura) que hay que volver a reordenar la economía regional. Hacia la agricultura de calidad. Suena bien, señor Cerdá. Solo que espero que no esté usted pensando en el ajo. Ni en los cacahuetes.

4 comentarios:

  1. ¿Cómo puede un poeta escribir tan bien de economía?

    ¿Como se puede odiar a un tonto como Prada?

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  2. Hola, A., y gracias por sus amables palabras. La primera pregunta supongo que habría que hacérsela a gente como Pablo García Casado (con Dinero), Manuel Vilas (en cuya obra el dinero aparece de una forma casi mística) o incluso Belén Gopegui. Todos ellos abordan el tema económico en sus obras de una forma maravillosa.

    La segunda pregunta tiene mucha miga. En realidad yo no odio a Prada a muerte: sus artículos (el hombre está cada vez peor) me hacen reír a carcajadas, lo que no es moco de pavo. Lo que sí odio es la figura del intelectual maleable que encarna: una pluma que vale tanto para un roto como para un descosido al servicio de una línea editorial, política y económica, muy determinada. Millás sería su reverso desde el lado socialista-Prisa, solo que a éste lo salva el hecho de que sus artículos son muy buenos, literariamente hablando. El maridaje de la literatura con el poder bipartidista es lo que odio, y creo que en España se hace de una forma especialmente cazurra y evidente y pacata. Ian McEwan, por poner un ejemplo, es un conocido tory, pero su escritura es libre y no aceptaría ninguna prebenda a cambio de apoyar con artículos ningún digest ideológico, como se hace aquí. A este respecto le recomiendo el manifiesto del colectivo Alicia Bajo Cero, Poesía y poder, fácilmente disponible en internet y que suscribo casi por entero.

    Un saludo y gracias por participar.

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  3. Muy Bueno Joseda, nos han gustado estas lineas...a ver si nos vemos pronto que desde Mazarrón no te veo el pelo, Besos a Charo,Miquel y Martín...

    Los anónimos Javi y Nuria.

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  4. Estamos en la primera década del dos mil, Sr. Espejo. Un compendio donde conviven mil épocas. Hay que cambiar de fórmulas (políticas, económicas, ecológicas, legales, culturales...), pero ¿cómo, si acabamos con lo poco que tenemos y lo vendemos y compramos como si lo tuviéramos para siempre?

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