viernes, 7 de marzo de 2008

NUEVE DE MARZO

Tranquilos, que no voy a pedirles el voto. Ni es éste el lugar ni yo la persona para eso. Lo que voy a hacer es contarles en exclusiva mundial a quién voy a votar yo. Trabajando con el vacío es un blog personal, y lo que está a punto de ocurrir una confidencia. No un llamamiento. No es lo mismo.

Como saben, me afilié a mi partido de siempre a raíz de algo que pasó cuando mi preciosa mujer estaba embarazada de mi hijo Miguel. Se nos ocurrió hacer un álbum para él con las fotos de la panza, las ecografías, las entradas del cine y de los conciertos, algunos poemas dedicados (entre ellos El ermitaño, de Rosillo, que tiene la culpa de que mi niño se llame como se llama) y recortes de prensa. Todo eso se iba quedando en una carpeta que en octubre de 2006 se me ocurrió revisar. Lo terrible de esos recortes, el asco que desprendía sobre todo la política internacional (recuerden la guerra del Líbano, recuerden que la Unión Europea no pudo ni siquiera emitir el típico comunicado condenatorio timorato porque Blair lo bloqueó para que Israel tuviera más tiempo para terminar el trabajo) me decidió a dar al menos un paso más, implicarme un poquito más. Para quitarle alguna que otra piedra a la herencia. Para añadirle o intentar añadirle una milésima más de dignidad al terrible mundo en que estaba a punto de entrar Miguelito, supongo. Si todo esto les recuerda el patético discurso de Rajoy sobre la niña, me da igual. Al fin y al cabo esa niña es una pija mimada, insoportable y conjetural, y mi hijo es el chaval más valiente y adorable que pisa la tierra. Al menos hasta julio de este año.

Probablemente todo eso no sea más que una iluminación inútil, y luego los partidos políticos son lo que son y el mesianismo siempre sobra a la hora de hacerlos avanzar. Pero no me arrepiento. En el corazón del mío brillan una serie de presupuestos irrenunciables que hacen que todo valga la pena. Los servicios sociales, es decir, las instituciones financiadas entre todos para que todos hagamos uso de ellas, son uno de éstos. Cualquier mileurista con hijos, como yo mismo, que vea día tras día que la escuela y la sanidad pública son menguadas, relativizadas, cuarteadas, discriminadas frente a opciones mercantilistas y en continuo peligro de colapso por falta de recursos, creo que lo entenderá. En una sociedad democrática hay derechos inalienables con los que no se puede mercadear. El derecho a la vivienda es otro de ellos. Como el acceso a la cultura. Si somos capaces de mantener limpios estos principios, los beneficiados seremos todos. Si permitimos que operen sobre ellos las leyes del mercado, habrá privilegiados y excluidos, pero a la larga los perjudicados seremos, también, todos.

No estoy pintando un cuadro apocalíptico ficticio. No estoy hablando del color blanco convirtiéndose automáticamente en negro. Estoy hablando de un proceso aparentemente irreversible pero sutil. Un colegio concertado puede parecer lo mismo que uno público, con la única diferencia de que en aquél me piden mensualmente una donación de cincuenta euros para el mantenimiento de las instalaciones. Nadie en su sano juicio acudiría a la medicina privada si pudiera obtener el mismo tratamiento a través de la Seguridad Social, pero, ¿qué ocurre si la falta de medios de ésta alarga el diagnóstico en casos de infertilidad, por ejemplo, hasta los dos años? ¿Y eres una mujer de treinta y cinco?

No quiero una sociedad así. Me revuelve las tripas que el presidente del gobierno de mi país se reúna con gente como Gaddafi u Obiang, o que lo haga con el rey de Marruecos y se olvide de mencionar a la gente del Sáhara. Eso no es diplomacia, eso es componenda y cobardía. Está muy bien sacar a los soldados de Irak, pero no el intento de echar pelillos a la mar con E.E.U.U. acudiendo a todo lo que diga la OTAN. ¿Podemos hacer oír a los líderes de los países que nos rodean lo que piensa la inmensa mayoría de los ciudadanos de éste con respecto al genocidio de los palestinos, o no? ¿Por qué no? Lo repito: ¿por qué diablos no?

Sumo y sigo: ¿qué podemos decir del izquierdismo de un ministro de economía como Solbes? ¿Es verdaderamente socialista un gobierno que lleva cuatro años dándose golpecitos en la espalda a cuenta de la buena marcha de la economía y en cambio sólo ha conseguido un repunte de unas décimas en el poder adquisitivo de los salarios en 2007? ¿Para qué coño sirve el tan cacareado superávit de la Seguridad Social? ¿No debería servir para ampliar y mejorar sus propios servicios? ¿Por qué ninguno de los dos partidos mayoritarios habla de estas ampliaciones y mejoras, y en cambio sí de cheques regalo?

¿Por qué habla este señor de las cejas ahora de adelantar el Plan de Infraestructuras para recolocar a los miles de parados de la construcción? Somos muchos los que llevamos años advirtiendo del peligro de la burbuja inmobiliaria y sufriendo sus efectos. ¿Acaso hablábamos en chino? ¿Era tan difícil prever que tarde o temprano esto iba a terminar reventando? ¿Es éste el momento para empezar a reaccionar? ¿Había que permitir hasta el final que cuatro golfos se comieran la última alita de la gallina de los huevos de oro, no fuera a ser que los datos económicos de Solbes perdieran algo de brillo?

Bueno, me estoy empezando a cansar. Y a cabrearme. Y a olvidarme de la bonita introducción de esta entrada. Votadle a Izquierda Unida. Coño ya.

2 comentarios:

  1. Bueno, vale, Joseda, jaja. Oye, he leído los poemas que tienes puestos en www.127.es. Cojonudísimos, sigo flipando con ellos.
    Por cierto, ¿qué tal por la India?

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  2. poeta, desde Uruguay luis pereira. he estado atento todo el día a las noticias de su país. como le fue a IU allí en Murcia.
    escribime al mail. un abrazo, y buena poesía!

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