viernes, 14 de noviembre de 2008

LLOREMUS TOTUS

Para los llorones, llorar no es noticia. Y yo lo soy: un llorón de tres pares de narices. Pero uno puede llorar repetidamente por el mismo motivo y encontrarse de repente haciéndolo por algo distinto, y en ese caso podemos estar (o no) ante una noticia. O bueno, tal vez no tanto como una noticia, pero sí ante material bloguificable. Es el caso que nos ocupa esta tarde.

He llorado porque he visto a una chica arreglarse el pelo frente a un espejo retrovisor. El contexto lo es todo: la escena se ha producido delante de la puerta de la cárcel de Sangonera, por donde paso todos los días cuatro veces (trabajo al lado). La chica era más bien poligonera, e iba toda peripuesta, maqueadita para la ocasión. La ocasión, que ya me sé el rollo de tanto pasar por ahí, es un bis-a-bis con un preso, o como se llame en la jerga penitenciaria.

La escena no tiene nada de patética. Antes al contrario, yo creo que ilustra bastante bien la capacidad del ser humano de agarrarse (el arte de agarrarse, diría Cristina Morano) a su propia dignidad aunque ésta tenga la forma de un clavo ardiendo. Y donde digo dignidad digo identidad, digo amor, digo esperanza, un montón de palabras estupendas que pierden, en el mismo momento en que se pronuncian, la fuerza tremenda de la imagen que me ha sido dado presenciar desde el coche hace un par de horas. Haría falta un poema, seguramente. Pero no me veo capaz. Tal vez Cristina sí podría, no sé. O el director de una peli española a concurso en la sección oficial de la Seminci. No, mejor Cristina. Definitivamente.

2 comentarios:

  1. Cristina podría, definitivamente.

    O tal vez usted, eliminando la preciosa anéctoda y transladándolo a conpecptos del feng sui, por ejemplo.

    Abrazos mil desde la espera

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  2. Hola Joseda: vaya altura me adjudicas... no sé si podré dar la talla, después de ésto. Creo que tu análisis es acertado: cada uno vive su vida como viene y si las citas con tu novio suceden en el vis a vis de una cárcel, eso no quiere decir que dejen de ser citas: hay que depilarse la ingle, ducharse, pintarse, arreglarse el pelo, ponerse hidratante corporal y perfume...
    Y sí, supongo que eso tiene que ver con la dignidad, con la verdadera inocencia, que no es la ignorancia sino comportarse como si la desgracia no tocara del todo la nuez íntima de cada uno. Arreglarse el pelo, vestirse correctamente, aunque sólo tengas una camisa, como los personajes de Berlanga,... no darle el gusto a los poderosos de verte caer en la indecencia, o en la suciedad, que es también una acepción de la palabra miseria.

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