HIPOCONDRIA METAFÓRICA PLUS
Anoche, después de dar de cenar y acostar a mi niño Miguelito, se me ocurrió beberme dos tanques de tinto de verano marca Jarro Alegre (0,45€ la botella de dos litros en el Lidl). Lógicamente, tuve que sentarme. Mientras la nueva chica del tiempo de TVE efectuaba todo tipo de convulsiones epilépticas frente a la cámara, me dormí.
Al rato, me despertó mi mujer con un plato en la mano. Medio dormido todavía, vi que me había preparado uno de mis bocadillos favoritos, el de boquerones con tomate. Lo cogí aún sin abrir los ojos del todo: estaba hecho con un pan delicioso, compacto y con mucha miga, y los boquerones eran grandes y molludos, blancos como el papel. Todo, hasta el tomate, olía tremendamente bien, y además el vino me había provocado tanta hambre como sueño. En ese terreno fronterizo entre el sueño y la vigilia, el perfecto bocadillo dio en convertirse en una imagen: la de cuánto me quería Charo, que era capaz de prepararme semejante delicia, y a esa dulce y reconfortante metáfora me entregué todavía un par de minutos más.
Luego acabé de despertarme, y volvió de publicidad Cuéntame, que es una serie que no puedo soportar, y resultó que los boquerones tenían un horrible exceso de vinagre. Mientras comía se me iba llenando la boca y el estómago del ácido fluido, y al terminar me encontraba mal. Decidí acostarme. Me lavé los dientes a conciencia, y luego escupí. Quería liberarme del vinagre, recortar la metáfora del bocadillo para que no contaminara nada más, pero no es tan fácil. Las imágenes son poderosas, como Barcelona. He dormido fatal.
a ver: el despertador suena cada 6 minutos, y cada seis minutos le pego un manotazo hasta que cae al suelo, lo recojo y lo paro. Puta alarmita. Primer gesto de la mañana: mueca de dolor al moverme debido a la dorsalgia crónica. Me levanto como buenamente puedo, rezando porque haya café hecho, porque ponerme a hacer café en esas condiciones me hace cagarme en tó. Bien, normalmente hay, lo pongo en una taza y le añado leche, 30 segundo de microondas. En esos 30 segundos saco las pastillas: protector de estómago, diurético, antidepresivo, antiinflamatorio, corticoide y analgésico, el cocktail de la mañana. Lo engullo con el café mientras busco el origen de ese olor agrio y dulzón: no veo nada, ¿dónde es posible que se haya meado el perro esta mañana? Ah, en la galería corre un chorro amarillo y viscoso. Me voy al salón y enciendo el ordenador, hasta pasada una hora más o menos no estoy en condiciones de coger un mocho, lo único que puedo hacer es meterme en mi correo y contestar mensajes, y si no hay meterme en el blog de mi amigo, siempre hay algo interesante que leer. Esto debe ser también una metáfora. De la mierda, seguro.
ResponderEliminarJo
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