LITERATURA
A quien tienes que leer, dice Diego, a éste sí,
es a Cormac McCarthy. Cormac McCarthy, me digo,
Cormac McCarthy, que no se me olvide, y pido
otro tercio de cerveza, y sigo disfrutando
del pequeño conventículo: están Diego y María Luisa,
y Juande, y José Alcaraz, y un tal Fernando Garcín,
y Natalia Carbajosa, y hasta Gustavo Martín Garzo,
en Cartagena, y se habla de libros, y estoy contento.
Un par de días más tarde me quedo pensando,
¿Carson McCullers? ¿Era Carson McCullers, a quien dijo
Diego que leyera? No, no era ésta, a ver, sí,
era Cormac McCarthy, Cormac McCarthy,
que no se me olvide, y el libro, me parece,
La oscuridad exterior, sí, eso, la oscuridad,
La oscuridad exterior, y salgo por la puerta.
Más tarde, ese mismo día, el pobre Cormac
se convierte otra vez. En Robertson Davies,
ni más ni menos. Esta vez tardo más,
y gracias a que recuerdo
a Carson McCullers, y que esa mañana
ya había confundido con él al otro,
al bueno, a Cormac McCarthy, a Cormac McCarthy
y su La oscuridad exterior.
Anoche decido construir con eso un poema. Al mismo tiempo
mi plan de ir inmediatamente a la librería,
a por La oscuridad exterior,
se desvanece. Pongo todo aquí,
en negro sobre blanco. Sin embargo,
al mismo tiempo veo otras versiones,
del poema, que no incluyen
ni a Cormac McCarthy, ni a Diego, ni mucho menos
a Gustavo Martín Garzo. En ninguna de las versiones
leo esa novela hasta dentro de muchos meses.
En todas (excepto en ésta), olvido el nombre para siempre.
Creo que te refieres a Fernando Garcín, un colega valenciano que es un gran poeta y "recicanta" poetemas. Un abrazo, Espejo.
ResponderEliminarCorregido, Alcaraz, muchas gracias y otro abrazo para usted.
ResponderEliminarTanto Cormac Mccarthy (premio Pulizer 2007, La Carretera, para que Antonio Parra se piense lo de mostrar las maravillas de este mundo al hijo nonato) como la maravillosa Carson McCullers son dignos de leerse, espera, que es una mujer, qué pedazo de mujer, mejor con la moral muy alta porque te hacen pedazos. Y luego recógelos.
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