viernes, 14 de marzo de 2008

MIGUELITO BATTLES THE PINK ROBOTS

Mucha gente me ha dicho que, de mi último libro, se quedan con este poema que cuelgo a continuación. No sé qué pensar. Me parece que lo escribí en medio de una tormenta emocional, que como saben no es la mejor situación para escribir un poema. Además, no he podido corregirlo, ni ya que vamos releerlo, desde entonces. Estuvo a punto de quedarse fuera del libro, porque no encaja del todo en él ni por su forma desflecada y antieconómica, ni por su tono un poquito grandilocuente, ni por lo que dice (ya comenté por aquí que en Música para ascensores me propuse trabajar desde zonas fronterizas con el vacío, y este poema no está ni cerca). Sobre todo estuvo a punto de quedarse fuera por puro pudor. Andado el tiempo y visto lo visto, no me arrepiento de haberlo dejado ahí, aunque mantengo mis reservas. Sea como sea, es un regalo:

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Yo que tanto sabía, sobre el papel, de la Nada
no sabía que la Nada consistía en despertarse
un lunes a las dos con la cama empapada
y que aquello fuera sangre, y que la sangre viniera
del útero de Charo embarazada de tres meses
de mi pequeño, mi amado, mi precioso hijo Miguel.

La Nada prosiguió en una sala de urgencias,
una médico que dijo que no había nada que hacer
y nos mandó para casa, a esperar un milagro,
durante dos días. Qué sabía yo, de la Nada,
o la Nada de mí, y ahí nos vimos las caras,
nos sacudimos bien. Y los días pasaron,
pero no como días normales hechos de tiempo,
sino como libros eternos, de páginas iguales.
Te dije tantas, tantas veces las mismas frases
que me dio miedo que te hartaras de mí.
Te dije agárrate, quédate ahí con la
mamma,
te dije ven, o salta de este lado,
o dame la mano hasta que se olviden de ti
éstos que vienen a buscarte, y sobre todo
te dije, Miguel, tienes que ver esto,
tienes que ver esto, muchachito, vas a ver.

Entonces yo, que tanto había leído de la Nada,
me preguntaba sorprendido: ¿qué tiene que ver?
¿qué es eso que estás viendo tan valioso
ahora, tras tus cursos de la Nada,
tu licenciatura en Nada, qué hay que merezca
ser visto, que no te puedes perder?
Ah, era ésa una pregunta difícil.
Yo ya sabía la respuesta, pero aún
no podía formularla, y miraba
las montañas del sur de la ciudad
repletas de pinos tostados, los árboles de las aceras,
lo poco que a mediodía en julio se ve
sin gafas de sol ni haber dormido,
más que nada miraba las chicas,
las nubes en fuga, el cielo azul
y repetía: Miguel,
tienes que ver esto, cómo puedes decirme
que vas a dejarlo todo, que te largas
a estudiar el lenguaje de las sombras
con todo lo que tengo que enseñarte,
con todo lo que aún no has visto por aquí,
pequeño Miguel.

Y llegó el jueves como llega
hasta en las pesadillas el final de la escalera
y te vimos moverte en una ecografía
con el corazón a ciento diez, y sonreímos,
y a mí volvieron las voces a preguntarme
qué era eso que había que ver
tan importante, si no creía en la Nada
y en el Existencialismo, yo, tan leído,
que qué pasaba con Beckett, entonces, que le dijera
a él lo que a Miguel un poco antes,
que volviera al redil. Y contesté:
qué coño. Y repetí: qué coño, señores,
de acuerdo que no hay Dios, pero qué importa
si tenemos esto otro: las montañas,
el camino hacia la playa (en ese punto
los dejé solos y hablé para Miguel),
y la brisa del mar y los pasteles de carne
y la voz de Keren Ann y a Miyazaki
y los libros de Žižek y los pechos de tu
mamma,
cómo puedes pensar en perdértelo sin probar,
cómo puedes desertar sin hacerte tu lista
de placeres irrenunciables, contrastándolos todos,
sabiendo de qué hablas cuando hablas de amor.
Otra cosa no te doy, pero es suficiente,
y a cambio nada pido. O si acaso
que no te hagas concejal de Urbanismo
ni traficante de armas, que no le cuentes
a las madres de tus amigos
las palabras que te enseño en este poema,
lo mal que hablamos, tú y yo, cuando decimos la verdad,
los terribles insultos que lanzamos a los siervos de la Nada.


3 comentarios:

  1. Quizá eso lo hace grande, estar ahí, en medio de "Música" y hablar de la posibilidad de un vacío futuro, de una forma íntima -entiendo el pudor-. Y sin más palabrería, sabes que nos ha emocionado, qué cojones, y que qué bonico que está el Migué, tendremos que ir a llenarlo de horas de juegos.

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  2. Yo también pensaba al principio que el poema no encajaba con el tono del resto. Ahora creo que es precisamente el epicentro: tu letanía-asidero contra el vacío, el reverso positivo del libro. Además de un poema impresionante que más me gusta cuanto más releo.

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  3. Pues sí. Me agrego a lo que dice Tropovski. Aquí estás más cerca que nunca del vacío. Lo bueno es que sales rebotado (bueno para ti y para Miguelito). Y también coincido con Tucumán. Estáis la mar de majos. No sé quién se parece más a quién.

    Un abrazo.

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