SRETNA NOVA GODINA
Es el primer día del año 2008, un año cargado de promesas, y yo sé por qué lo digo. Dan las cuatro de la tarde y mi mujer y mi hijo están durmiendo la siesta. Decido darme un homenaje. Me sirvo un gintónic y oh,
visiones,
la botella de ginebra es azul y el bote de tónica amarillo
y ante mí forman la imagen estrellada de la bandera de Bosnia,
la última y más artificial de las banderas del planeta
para un país más raro que un perro verde
(azul más amarillo = verde)
acaso incapaz de mantenerse en pie
en torno a los ríos más literarios del planeta
en opinión de Handke y también mía,
aunque no estemos de acuerdo en nada más.
Bosnia: cuánto amé tus negras coníferas y tus montañas negras,
la nieve en Sarajevo en febrero de 2001,
los ojos irrepetibles de Nataša Subotić. Cuánto me diste
y qué hice con todo ello. Acaso no a mí.
Acaso no una parte de todo lo que soy. Y me ha dado llorona,
como es obligatorio en tus kafići. Y es
el primer día de un año lleno de promesas,
que sigas estando ahí. Que sigas estando,
me digo, levantando mi copa, y éste es mi deseo,
para el año nuevo, sretna nova,
que sigas estando ahí.
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