MÚSICA PARA ASCENSORES
Música para ascensores es el título del libro con el que les llevo dando la brasa desde el principio de los tiempos blogueros. Motivó mi anterior blog, Poesía y macarrones, y motivó éste. De un modo u otro, Trabajando con el vacío no es sino un diario del proceso de creación de mis poemas, entendido éste en un sentido amplio.
Música para ascensores recoge poemas escritos entre 2001 y 2007. Los más antiguos se quedaron fuera de mi anterior libro, Quemando a los idiotas en las plazas, porque no encajaban con su tono estepario. Otros aparecieron en una selección que presenté a un concurso llamado Murcia Joven y que ganó un accésit, semipublicándose luego en una edición no comercial. Alguno más fue escrito entre Mánchester y Zagreb, pero el meollo del libro empecé a escribirlo en febrero de 2005, aprovechando las condiciones de tranquilidad y de silencio que tengo la suerte de disfrutar (no todo el tiempo, pero sí varias horas al día) en el trabajo que hago ahora.
El libro tiene siete capítulos. El primero y el último funcionan como prólogo y epílogo, y los demás recogen ciclos temáticos: el viaje, el amor, la poesía, ficciones varias y el problema de la contemplación.
Tal vez ésta sea a posteriori, pero la idea que organiza el poemario es la posibilidad del retorno a algún tipo de significados desde un contexto de ironía total. Parece el nombre de una tesis, ¿no? Me explico: la música para ascensores (en realidad una etiqueta despectiva que se colocaba al nuevo estilo lounge de Burt Bacharach) es tal vez un último paso hasta la disolución en el ruido de fondo y la neutralización semántica, pero también y simultáneamente implica un pasadizo en sentido contrario, de forma parecida a lo que decía Borges sobre los insultos: que constituyeron la primera forma histórica de diplomacia.
En ese territorio fronterizo y autoconsciente en el que ya se situó Brian Eno con su Music For Airports (donde la vaciedad del lounge deviene ambient, término que más tarde también ha acabado vaciándose de sentido) he tratado de colocarme a la hora de buscar los poemas que componen este libro. Por otra parte, ésa es la actitud que siempre he procurado tener a la hora de escribir poesía, desde que empecé con ella hace ya tantos años. La diferencia con mis libros anteriores yo creo que está en que ahora el vacío es más bien un punto de partida y al menos en algún poema hay un camino que arranca de él y lleva a alguna otra parte.
Estos últimos años en que he escrito la mayor parte del libro han sido una época muy feliz y llena de parabienes, el mayor de los cuales es evidentemente mi hijo Miguel. El poema central está basado en una experiencia (demasiado) real y define a Miguelito como el opuesto exacto del vacío, un poco a la manera en que Tennessee Williams dijo que el opuesto exacto de la muerte es el deseo.
También es de señalar que mientras Charo estaba embarazada se nos ocurrió la idea de ir juntando un álbum de esos meses, con ecografías, fotos nuestras, entradas del cine y de conciertos, poemas y recortes de prensa. Lo terrible de esos recortes de prensa (recordemos Haditha, el Katrina, la ruptura de la tregua de ETA, la guerra del Líbano, etc.), que eran al mismo tiempo una especie de herencia para mi hijo, me llevó a comprometerme con mi partido de siempre, que es IU, y con el Foro Ciudadano de la Región de Murcia. Está claro que hay ideas que matan, véase el fascismo o el salafismo, y eso demuestra que tiene que haber ideas que nos salven a todos. Buscarlas, difundirlas y defenderlas también es un paso en dirección opuesta al vacío y también ha cabido en mi libro.
La portada representa un condensador de fluzo y ha sido creada por mi buen amigo el escritor José Óscar López. El concurso que convoqué por aquí para adivinar qué cosa era tiene un ganador, el señor Conde Niño, y recibirá su premio en breve.
No creo que sea un libro perfecto ni estoy orgulloso de todos los poemas que lo componen (yo siempre le quitaría la mitad a todo lo que publico), pero espero que en general la experiencia sea agradable, y que algún lector considere a alguno un buen poema.
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ACTUALIZACIÓN 16/XI. No quería olvidarme de decir: que el libro en conjunto está dedicado a mi madre, Antonia Espejo, que murió en enero de 2001; que tres de los poemas están dedicados, uno a mi amigo Javier Moreno, que ganó un viejo concurso que convoqué en mi anterior blog (y porque supe a través de él de la leyenda que recoge el poema), otro a mi amigo Ángel Gómez Espada, porque sin él no lo habría escrito (aunque el protagonista no sea él, quede claro), y otro a Josele Santiago; y para acabar, que a lo largo de 2005 y 2006 he leído sobre todo a Eduardo Milán, Adam Zagajewski y Kenneth Rexroth, y que debo al segundo la pulsión de fuga de la ironía que creo que informa el libro.
Vamos que nos vamos!
ResponderEliminarPor alusiones, el concurso lo gané gracias a una pista gigante. Sin ella...
Ya me darás el premio en Cartagena.
Por cierto, muy bonito el enlace que has puesto para mi nombre. Habrá que visitarlo a menudo.